Existe cierta creencia, especialmente entre escritores en ciernes, de que para escribir una buena historia es necesario ser bendecido con la inspiración de Las Musas. Pablo Picasso clarificó la cuestión sucintamente cuando dijo que «La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando». Y no sólo es necesario trabajar, también se requiere técnica, artes de un oficio heredaras de una larga traición de escritores que este manual pretende transmitirnos.
No les voy a mentir, no he leído Escribir cuento. Manual para cuentistas, editado por Páginas de Espuma en coedición con Escuela de Escritores, que aspira a convertirse en manual de referencia para futuros autores de cuento. Un ejemplar me espera en mi biblioteca, como guía de consulta para mi propia labor de creación literaria, con la confianza de que sea suficiente garantía el prestigio que antecede a su editorial y la talla de los autores que lo firman: Rubén Abella, Elena Belmonte, Lorena Briedis, Isabel Calvo, Matías Candeira, Carlos Castán, Ignacio Ferrando, Juan Gómez Bárcena, Paula Lapido, Alejandro Marcos, Juan Carlos Márquez, Enrique Páez, Virginia Ruiz, Javier Sagarna, María Tena, Mariana Torres y Ángel Zapata.
La cuestión que me interesa plantear aquí es si es posible aprender a escribir ficción y hacerlo bien, con expectativas razonables de ser publicado y ganarse el respeto de los lectores y de la crítica.
Como en todo arte y oficio, uno no nace, se hace, para lo que se requieren ciertos ingredientes imprescindibles. Leer, bueno y malo, de todo se aprende; escribir mucho también e ir afilando el lapicero, como diría Daniel Cassany, para hacerlo cada vez mejor mediante el uso de técnicas narrativas bien conocidas; tener maestros, aquí juegan un papel importante las escuelas de escritura como Escuela de Escritores o la Escuela de escritura Ateneu Barcelonés, por mencionar dos de las más reconocidas; vivir lo necesario para tener la piel marcada y cierto poso de sabiduría; tener suerte, ser paciente y persistente; escuchar las críticas de lectores curtidos, de otros escritores con más experiencia y, si se cuenta con ello, de un buen editor o asesor literario.
La intención, la honestidad y el propósito con el que se escribe importan y dejan una huella indeleble en nuestras líneas. Como escritor quisiera divertir, conmover, alentar la reflexión profunda y, como me aconsejó una vez la magnífica asesora literaria Jimena Fer, honrar la noble y antiquísima tradición literaria que me precede.
Les deseo que vivan, lean y escriban con garra.